Nuestra Señora de Buenos Aires y el nacimiento de la Ciudad

Nuestra Señora de Buenos Aires tiene su templo desde 1932 en el barrio de Caballito en Gaona y Espinosa. Sin embargo su historia se proyecta muchos siglos atrás.
Sabemos que bajo su advocación Pedro de Mendoza fundó el 2 de febrero de 1536, el primer asentamiento de la que sería la ciudad de Buenos Aires
Sin embargo hay una historia que pocos conocen. Es que Mendoza quería llamarla Ciudad de la Santísima Trinidad a secas. La tripulación eran, en su mayoría, sardos y querían que la llamase Ciudad de la Virgen de Bonaria. Esta advocación mariana es la patrona de Cerdeña.
Se produjo entonces el primer conflicto europeo en nuestras tierras. Esa vez triunfo la mayoría y se la denominó: Puerto de Nuestra Señora de Buenos Aires.
Con el conquistador llegaron dos religiosos mercedarios que traían la imagen de Nuestra Señora. Esa orden es la guardiana del Santuario de Bonaria en la isla de Cerdeña. En su honor los Padres Mercedarios levantaron en la ciudad el templo que conocemos. Juan de Garay, al fundar la ciudad, el 11 de junio de 1580, la bautizó con el nombre de Ciudad de la Santísima Trinidad en el puerto de Santa María del Buen Ayre.
Nuestra Señora de Buen Aires, su origen

La advocación de Nuestra Señora de Buenos Aires tiene su origen en Cagliari, Capital de la isla de Sardegna (Cerdeña) Italia. De allí la tomaron los marinos españoles llevándola a su patria. Y luego desde la Península al Río de la Plata, como dijimos con la expedición de Pedro de Mendoza.
En 1218, un caballero Catalán, Pedro de Nolasco (hoy santo), fundó por indicación de la Santa Virgen María, la Orden de la Merced, para redimir cautivos de los sarracenos.
Años después los aragoneses desembarcan en Cerdeña, en un punto próximo a Cagliari, conocido como la colina del Buen Aire y conquistan la isla. En señal de gratitud, construyen allí una iglesia que donan a la orden mercedaria. La advocación de Nuestra Señora del Buen Aire data de 1370 a partir de un suceso marinero profetizado previamente. Pero eso es otra historia.
Mi abuelo trabajó con Alejandro Canabó en la exquisita obra de marmolería que reviste a todo color esa iglesia,,, cuando fui lo sentí cercano en ese deslumbramiento de ónix, granito y mármoles de diferentes matices
Ione, muchas gracias por compartir ese hermoso recuerdo
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