Parroquia y Santuario Nuestra Señora de Caacupé

Donde hoy se encuentra la Parroquia y Santuario Nuestra Señora de Caacupé era, en el siglo XIX, una de las tantas famosas quintas de la época, se encontraba frente a la muy conocida Quinta de los Lezica, actual Parque Rivadavia.

Perteneció a una reconocida familia británica, los Wanklin , afincados en Flores, y amigos de los Lezica y otros hombres de negocios con quienes estaban, además, muy vinculados comercialmente. Esta quinta pasó a ser ocupada por Julio Argentino Roca cuando fue Presidente de la Nación y en ella recibió a importantes personalidades del mundo , que visitaron el país

Comienza la historia de Nuestra Señora de Caacupé

El 22 de setiembre de 1882 desembarcaron en el puerto de Buenos Aires procedentes de Liverpool, las primeras religiosas de la Congregación de la Santa Unión de los Sagrados Corazones. Una Congregación de origen francés, que había fundado el sacerdote Juan Bautista Debrabant y que desarrollaba su misión apostólica en diversos países de Europa . Una versión afirma que la hija del Brigadier Juan Manuel de Rosas , Manuelita, que residía en Inglaterra, pidió a la Superiora General de la Congregación que extendiera su acción evangelizadora a la Argentina. La idea que fue bien recibida. El 8 de diciembre de ese año pudieron adquirir, con dineros propios, la quinta Wanklin.

El 6 de mayo de 1885 se comenzó a edificar la primera capilla de Nuestra Señora de Caacupé, la que, terminada el 15 de setiembre, fue bendecida por Monseñor Aneiros, asistido por los Padres Dillón y Terrero. El predio tenia, además, una escuela gratuita para niñas.

En abril de 1906, es decir, dos décadas después, la capilla quedó chica para albergar al gran número de pupilas que habían ido ingresando al colegio, ya que las familias de Caballito supieron apreciar la calidad de la enseñanza que en ese instituto se impartía. Entonces, la Madre Superiora pensó en la adquisición de un terreno vecino, al oeste del convento. Allí se levantaría otra capilla y se ampliaría el establecimiento educativo. El nuevo templo fue construido por el arquitecto noruego, radicado en Argentina,  Alejandro Christophersen.

Una acción desafortunada

En 1930, el gobierno del General Agustín P. Justo, decidió aprobar un proyecto por el cual, la Municipalidad de Buenos Aires, debía estar emplazada en el centro geográfico de la ciudad , es decir Caballito. Entonces, para ello se instalaría en el terreno que ocupaba el Colegio de la Santa Unión y la Capilla Nuestra Señora de Caacupé.

Tras muchos años de dilaciones, en 1937 se aprobó la Ley de Expropiación, la cesión de otros terrenos y la indemnización a la Congregación y finalmente el 11 de marzo de 1939. Monseñor Rocca celebró la última misa. Se desafectó el templo del culto y al día siguiente la Congregación se trasladó a la calle Seguí 921, frente a Plaza Irlanda.

Desde entonces, separada del edificio del colegio, que pasó a usarse para otras actividades, la capilla quedó inactiva y abandonada a su suerte . Fue entonces que se utilizó como garaje, depósito y otros destinos insólitos, quedando luego sumida en un abandono total. Aún hoy quedan los viejos pisos de madera amachimbrada formando guardas e indicando con su dibujo el camino central hacia el altar. El piso del profundo presbiterio conserva las huellas donde estuvo ubicado el altar mayor y el comulgatorio.

La recuperación de Nuestra Señora de Caacupé

Pero, como el tiempo transcurría y el Municipio se demoraba en cumplir lo prometido, finalmente, a principios de diciembre 1983, el Arzobispado le pidió a Monseñor Petralito que encarara la tarea tarea de recuperación sin más demoras.

El 18 de febrero de 1984, como fruto de la preocupación y el abnegado esfuerzo de los primeros feligreses que se acercaron para colaborar con el Párroco, se concretó la anhelada y solemne habilitación del Templo, presidida por  el Cardenal Juan Carlos Aramburu, Arzobispo de Buenos Aires y Primado de la Argentina.

Su particular característica, radica en que tiene la entrada principal del lado opuesto a la calle, hasta que fue construida una puerta lateral, los fieles estaban obligados a caminar unos 100 metros desde la vereda para entrar, por la parte trasera. Siendo de estilo neo románico. En 2014 se llevo acabo el trabajo de cambio de la cruz que la custodio por más de un siglo.

Nuestra Señora de Caacupé, también integra a los venezolanos

Desde comienzos de este siglo la parroquia Nuestra Señora de Caacupé comenzó a recibir nuevos devotos. Eran migrantes venezolanos que buscaban en la parroquia mantener viva su fe. Lentamente y con la colaboración del párroco el templo tuvo varias de las advocaciones que tienen fuerte tradición en ese país. Por eso en la actualidad es posible ver una imagen de la Virgen de Chiquinquirá, la Chinita, patrona de Maracaibo. O de la Virgen del Valle, patrona de la isla Margarita y la Armada Venezolana.

Entre las diversas devociones que presentan los venezolanos, la que tienen hacia José Gregorio Hernández traspasa todas las regiones. El beato fue un médico, científico, profesor, filántropo de vocación católica, y franciscano seglar venezolano, conocido en su país como “el médico de los pobres”. La beatificación de José Gregorio Hernández fue en abril de este 2021, y es la primera de un laico venezolano. En la Parroquia Nuestra Señora de Caacupé se halla entronizada una reliquia de ese Beato Venezolano.

Historia de Nuestra Señora de Caacupé

Cuenta la historia que, a fines del siglo XVI, Tobatí se encontraba en peligro de muerte por los Mbayaes que no aceptaban su conversión al cristianismo. En ese instante la Virgen María se le apareció y dijo: “Caaguy Cupe-pe”, que traducido significa “detrás de la yerba”. Entonces encontró un grueso tronco que le ofreció refugio donde se escondió. Le pidió amparo a su Madre del Cielo, la Inmaculada, que los buenos frailes le habían enseñado a amar.

En ese momento el guaraní promete  que tallará, con la madera del árbol protector, una bonita imagen de la Virgen, si es que llega a salir con vida del trance. Sus perseguidores siguieron de largo sin advertir su presencia. Entonces Tobatí, agradecido, en cuanto pudo regresar, tomó del árbol la madera que necesitaba para su trabajo. Del tronco surgieron dos tallas; la mayor fue destinada a la Iglesia de Tobatí muy cerca de lo que hoy es Asunción, la capital paraguaya, y la más pequeña la conservó en su poder, para su devoción personal.

En el año 1603 el lago Tapaicuá se desbordó e inundó todo el valle de Pirayú arrasando todo lo que estaba a su paso incluso la imagen de la Virgen. Sin embargo al retroceder las aguas milagrosamente apareció la imagen de la Virgen que el indio había labrado. Los pobladores comenzaron a difundir su devoción y comenzaron a invocarla con el nombre de «Virgen de los Milagros«. Un devoto vecino, llamado José y carpintero de oficio, le labró una modesta ermita y en ella empezó a recibir culto la Virgen de Caacupé. La imagen de Nuestra Señora de Caacupé es pequeña, de poco más de cincuenta centímetros. Es Inmaculada y sus pies descansan sobre una pequeña esfera, ciñendo su talle una faja blanca de seda.

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Imagen de portada de Parroquia y Santuario Nuestra Señora de Caacupé Raúl Darío Perrando