Los primeros hospitales de la ciudad

Uno de los primeros hospitales en ser construido en la ciudad fue el llamado Hospital de San Martín de Tours en Buenos Aires. La fundación de este hospital se basaba en una serie de leyes y normativas establecidas ya durante los reinados de Carlos V y Felipe II. En base a estas disposiciones surgirá este hospital que fue el primero de toda Argentina.

En los comienzos de 1580 Juan de Garay intenta una nueva Fundación, no trae médicos, pero cuando ordena la ciudad en manzanas elige una para un futuro hospital. Este hospital va a estar regido por el Cabildo por administradores nombrados por el Cabildo y a pesar de que las órdenes para construir hospitales eran órdenes reales, quienes eran responsables económicos de su construcción y mantenimiento eran los pobladores a través del órgano de gobierno de ellos o sea el Cabildo.

Sin embargo, pasaron muchos años antes de edificarse el nuevo hospital, mientras tanto debió funcionar en casas de particulares. La existencia de libros capitulares dan testimonio que se rentó la casa de Francisco Álvarez de Gaitán en 1591, para el funcionamiento del hospital. Andrés de Vallejos es designado por el Cabildo como el primer mayordomo (acuerdo de López del 9 de julio de 1590). Vallejos fue uno de los 63 primeros vecinos pobladores que acompañó a Juan de Garay en la segunda fundación de Buenos Aires en junio de 1580. En el reparto de tierras se le adjudicó un predio en la esquina de San Martín y Bartolomé Mitre y una estancia de 400 varas sobre la costa del Río de la Plata por una legua de fondo.

Por actas del mismo Cabildo se sabe que hasta el 7 de enero de 1611 no se había fundado ni edificado el hospital. Diversas razones obraron para que se cambiara de ubicación. En efecto, en la sesión del 7 de marzo de 1611 se consideró que el sitio asignado para su edificación resultaba incómodo y estaba fuera del lugar de comercio. Se decidió el traslado al camino del Riachuelo, por considerarse la calle donde entra en la ciudad la gente que viene por la mar y es por donde vienen, además, la mayoría de los pobres enfermos. El nuevo terreno asignado no pertenecía al gobierno, sino que era propiedad de cuatro vecinos; a saber, Antonio Hernández Barrios, Francisco Muñoz, Antón Igueras de Santana y Pedro Izarra, con quienes se trocarían sus tierras dándoles otras en compensación. La nueva manzana elegida para la edificación del primer hospital se ubicó entre las calles que, actualmente, son llamadas Defensa y Balcarce, México y Chile, hoy ocupada por La Casa de Archivos Militares. Estos acuerdos del Cabildo fueron presididos por el gobernador Don Diego Marín de Negrón, quien habría ordenado la fundación efectiva del nuevo hospital de San Martín. Así, es considerado como su iniciador y fundador, ya que contribuyó con su propio dinero para llevar a cabo dicho emprendimiento. Podemos concluir que la fundación del primer hospital de Buenos Aires fue una tarea claramente definida por este gobernador.

SAN MARTÍN DE TOURS: PRIMER HOSPITAL DE BUENOS AIRES.

El primer hospital de Buenos Aires se inaugura oficialmente el 11 de noviembre de 1614, según se constata en el siguiente documento:

“ El 11 de Noviembre de 1614, con motivo del solemne traslado de la imagen del Santo de San Martín desde la Iglesia Mayor hasta el hospital, situado en el cruce de las actuales calles México y Defensa ( en la manzana que completaban Balcarce y Chile) se inaugura oficialmente el Primer Hospital de Buenos Aires, para beneficio de los 930 habitantes con que contaba la ciudad en eso momento…”

El hospital estaba pensado como lugar de estadía de soldados heridos, pobres, indios o enfermos que carecían de sustento, pero en todo caso personas a las que no consideraban como formando parte del mismo vecindario.

Podemos conocer su fisonomía arquitectónica, gracias a un profundo estudio realizado por el Dr. José Luis Molinari, donde describe que la superficie que ocupó su edificio medía 109 varas de frente por 88 de fondo, con material elaborado con tierra y techos entablados. Se erigió, entonces, el hospital de San Martín, que no era más que una pequeña iglesia o ermita, de 34 varas de largo, 8 de ancho y 5 de altura, teniendo una enfermería, verdadera sala de asistencia de 36 varas de largo por 7 de ancho, y como servicios accesorios y auxiliares, habitaciones para religiosos y esclavos.

Los recursos con los que contó el Hospital San Martín durante los primeros años fueron muy escasos, según testimonios de una carta del Gobernador Góngora que mencionaba lo siguiente:

“El entretenimiento del Hospital era pues, miserable cuando su encargado debía acudir a estos extremos, porque no hay renta, y las limosnas son cortas y no alcanzan para poder sustentar enfermos si no es sólo alguno, y aunque en la ciudad hay muchos enfermos, pobres indios y españoles, no se puede curar por no haber renta, médico ni barbero”.

Los vecinos de Buenos Aires, estaban remisos a realizar los gastos que resultaban del mantenimiento de un hospital cuando los recursos y la población todavía eran escasos pero por otro lado ocuparse de la salud pública no era un tema que preocupara a la Corona. Pero si es importante como antecedente de la situación sanitaria actual que la institución que pasaba a hacerse cargo de estos temas era el Cabildo, que no sólo no representaba a las autoridades de la Colonia sino que era el órgano de poder de los vecinos que representaba la descentralización del poder de la Corona y que incluso con el correr del tiempo la autonomía se transforma en oposición así que comienza a destituir virreyes para cambiarlos por otros y finalmente, durante los sucesos de Mayo, los cambia por un gobierno independiente de España. En esos años el Cabildo regula con distintos individuos las autorizaciones para que estos “ practiquen el arte de curar ya sea con ventosas, sangrados y otros menesteres que fueran necesarios.” .

El Cabildo debió recurrir a lo que sería una primitiva mutualización para que los vecinos aportaran una cantidad de bienes y dineros para los médicos a fin de que estos prestaran atención a ellos y sus familias. Mientras tanto el Hospital presta atención solo con una especie de encargado o enfermero. En 1634, con la ciudad a punto de contar con 2000 vecinos, Fray Alonso de Benavides Cadena, Vicario Provincial de la Orden San Juan de Dios, trata de llegar a un acuerdo con el Cabildo para traer religiosos al hospital a fin de mejorar las tareas asistenciales, pero la Corona le niega autorización al Cabildo para que se entregara o se construyera un nuevo Hospital con dinero de la Hacienda Real y que en todo caso encontraran la forma de mejorar la atención sin afectar los recursos. En 1642 se derrumba el pequeño rancho de paja y adobe donde funcionaba el Hospital San Martín y es reconstruido para uso de soldados accidentados y presos enfermos y sanos. En 1663, con 3000 habitantes en Buenos Aires, asume José Martínez de Salazar con intenciones de cuidar los intereses de las autoridades de la Colonia luchando contra el contrabando, para esto debe acrecentar la guarnición y por lo tanto ocuparse del Hospital que formaba parte de las estructuras y necesidades militares.

Salazar escribe al Rey solicitando su ayuda para implementar una reestructuración completa de la atención sanitaria, pedía enfermeros, cirujanos y hermanos de la Orden de San Juan de Dios, quería lograr una solución más integral al problema. Pretendía transformar el Hospital Militar en General y obtener el apoyo de la población. En su pedido detalla incluso las necesidades materiales, (2 cajas de medicinas y cirugía, sábanas, mantas, y el personal: un sacerdote, dos cirujanos, practicantes y un enfermero). En 1665 el Consejo Real le niega autorización para llevar adelante su emprendimiento, en 1667 Salazar, con el apoyo del Cabildo, insiste con un informe que sorprende con el detalle que ha planificado todos los aspectos de su propuesta. El Consejo de su Majestad responde que no consideraba oportuno tomar ingerencia en el asunto y recomendaba resolver las cosas conforme a los propios recursos y posibilidades de la ciudad. De este modo el Hospital pasaría a ser casa de religiosos y luego nuevamente hospital, de acuerdo a los gobiernos de turno de la ciudad.

En la etapa histórica que estamos considerando los vecinos de Buenos Aires veían en el Hospital parte del aparato y el poder colonial y de su poder económico policial al controlar el puerto, por lo que la opinión pública se sumaba a la idea de suprimirlo como institución. El Obispo de Buenos Aires en una carta de enero de 1692 dirigida al Rey, plantea la inutilidad del hospital del cual dice los vecinos desconfían y en su defecto defiende la caridad con que se aplica la medicina casera.

En los siglos XVI y XVII, los hospitales constituían prácticamente albergues destinados a aislar a los enfermos contagiosos, a los dementes y a los indigentes. Las medidas que se adoptaban en salvaguarda de la salud de la población eran escasas y habitualmente conllevaban un fin utilitario, tal como el que se impondría posteriormente en los inicios de la Revolución Industrial, cuando el valor de la salud de un hombre devengaba en horas productivas de trabajo.

Por otro lado, el establecimiento de las instituciones médicas de España en América, coincidió con el periodo más brillante de la medicina española. Debido a su vigor inicial, el Nuevo Mundo no sufrió tanto el colapso científico de España durante el siglo XVII; antes bien, las fundaciones hospitalarias, la enseñanza médica y la práctica médica, continuaron floreciendo hasta alcanzar su más alto nivel durante el reinado de Carlos III, a finales del siglo XVIII.

EL HOSPITAL SAN MARTÍN EN EL S. XVIII

Es así que a principios de siglo XVIII, las autoridades bonaerenses convirtieron en beaterío y escuela de niños al único hospital existente, pero el Rey al recibir informes de lo sucedido ordenó que no se desnaturalice su primer objetivo. Sin lugar a dudas lo que más contribuyó a dar vitalidad y sobre todo continuidad a los hospitales fueron dos fenómenos que sucedieron para esas épocas: el primero, el aumento de las tropas y segundo, la presencia de los padres betlemitas, hospitalarios por vocación y profesión dedicados tiempo completo al cuidado de los enfermos.

Los betlemitas dieron a los hospitales regenteados por ellos seriedad y eficiencia. Esta institución de origen americano fue fundada en Guatemala en 1660, por Egregio Varón Pedro de Betancourt, que después de dedicarse a la enseñanza entre niños pobres, extendió su benéfica acción a los hospitales, fundando la hermandad Betlemítica. A causa de usar barba estos religiosos, se los designa con el nombre popular de barbones. Debido a esto en 1720 el alférez real pide al Cabildo que el hospital de San Martín fuera puesto bajo la dirección de la orden hospitalaria de los betlemitas. Solicitado por el Cabildo de Buenos Aires, llegaron al país el 4 de noviembre de 1727, haciéndose cargo del Hospital San Martín, y más tarde de los hospitales de Córdoba y Mendoza de donde salieron expulsados en 1817 aproximadamente, acompañando al Ejército de Los Andes. Por Real Cédula del 23 de Septiembre de 1745, en San Ildefonso, el Rey concede su licencia para que el Hospital San Martín, que estaba destinado a los militares, se organice nuevamente como un hospital general a cargo de la Orden Bethemita sin otras rentas y recursos financieros de la Real Hacienda que las ya asignadas dotaciones que la Corona consideraba suficientes para atender las necesidades del nuevo hospital general. Disponíase que los Betlemitas no podrían fundar otro hospital.

Tres años después, el 20 de diciembre de 1748, se hizo entrega del hospital San Martín a la orden de padres Betlemitas y pasó a llamarse Hospital de Betlemitas o de Santa Catalina Virgen y Mártir. El arduo trabajo realizado con total dedicación, infinita caridad y solidaridad para con los enfermos, alcanzaría aproximadamente más de 80 años.

Es preciso reconocer el arduo trabajo realizado por las instituciones religiosas o de beneficencia que obraron en la época colonial; su fervorosa devoción por los más necesitados, pobres y enfermos se vio reflejado en la fundación de los primeros hospitales. Como podemos observar dan testimonio alguno al estudiar los comienzos del hospital de hombres como así también lo fue el hospital de mujeres.

La fundación de este último se debe a la magnífica iniciativa de la Hermandad de la Caridad de Nuestro Señor Jesucristo, cuyo nacimiento en Argentina lo realizó el presbítero Don Juan Guillermo Gutiérrez Gonzáles y Aragón, con el sano objetivo de dar sepultura a los cadáveres de los pobres, que fueron víctimas de una terrible epidemia sucedida en el año 1727. La Hermandad de la Caridad fue aprobada por el Rey el 16 de octubre de 1754 en una petición realizada por el Gobernador Zavala.

El lugar asignado fue una capilla situada en la calle Bartolomé Mitre entre Suipacha y Esmeralda, bautizada nada menos que con el nombre de Arcángel San Miguel y bajo el patrocinio de Nuestra Señora de los Remedios. Este lugar sería el comienzo para una gran tarea de beneficencia por esta hermandad ya que fundaría más tarde un colegio de niñas huérfanas y finalmente contiguo al mismo un hospital para mujeres. La fecha exacta para la fundación del mismo es controvertida, todavía existen dudas al respecto. Parece que primero comenzó funcionado una sala con 10 camas destinadas al cuidado de mujeres enfermas, que estaba ubicada contigua a la Iglesia de San Miguel. Tardarían aproximadamente 25 años para que en una carta enviada por el hermano mayor Altolaguirre al Obispo Azamor y Ramírez, se informe que el Hospital de mujeres se fundó en el año 1766. Más tarde comprarían modificaciones esta gran obra a causa de tan noble objetivo. Se decidió dos casas vecinas para extender las salas de enfermas, cuyo dinero salió de limosnas hechas a la ciudad; finalmente de esta forma el nuevo edificio quedó terminado el 4 de julio de 1784. Está perfectamente documentado en los Archivos Generales de la Nación el movimiento que existió en el hospital durante esa época, tanto del número de pacientes internados, como la cantidad del personal, hasta el nombre del capellán del hospital y la descripción de un reglamento estricto que debía cumplir todo el personal.

Los fondos que disponía el hospital eran muy escasos y provenían de limosnas que los hermanos pedían en las calles o suscripciones de los vecinos más pudientes que existían en la ciudad. También contaba con una entrada fija de dinero que provenía de las ventas de vacas en un campo situado en la ciudad hermana del Uruguay. Para esta época, contaba con dos hospitales la pujante ciudad de Buenos Aires, el mencionado hospital de Belén para hombres que contaba con unas 200 camas y el hospital de la Caridad para mujeres.

Pasarían muchos años para conseguir una real orden expedida por Carlos III para la fundación definitiva del Protomedicato de Buenos Aires, con jurisdicción en todo el Virreinato del Río de la Plata, la misma ocurrió el 19 de julio de 1798. El virrey Vértiz otorgó el nombramiento para protomédico al Doctor Miguel Gorman, quien había llegado con la expedición de Cevallos y se radicó en Montevideo en 1777 con el encargo de organizar la asistencia médica. Su verdadero apellido era O’Gorman ya que había nacido en Ennis en la Provincia de Munster, Irlanda, alrededor del año 1748. Cursó sus estudios en las Universidades de Reims y París. En 1770 se puso al servicio de España debido a una gran amistad establecida en su etapa universitaria con un español cercano al Rey. Se desempeñó en puesto de primer médico en la expedición a Argel. Luego fue destinado a formar parte de la magna expedición de Cevallos a América y fue señalado para primer médico en el departamento de medicina teniendo a sus órdenes a otro médico, Jaime Menos y Llanos, y a siete practicantes, mientras que al frente del departamento de cirugía se encontraba Don Francisco Puig.

El virreinato del Río de la Plata tuvo una trascendencia en la historia colonial de Argentina, por su acción constructiva y por el fermento que dejó en el país.

Durante el transcurso de sus 34 años de existencia, se implantaron instituciones que sobrevivieron mucho después de la independencia; así la Aduana, el Consulado, las Intendencias, gravitaron indiscutiblemente después de la independencia. En la organización sanitaria de Buenos Aires durante el virreinato, es menester distinguir la obra hospitalaria.

El Protomedicato, creado por Vértiz en 1798, continuó su acción de gobierno sanitario después de 1810, hasta que fue suplantado, décadas más tarde, por el tribunal de medicina y el consejo de higiene. La instauración del Protomedicato es uno de los primeros antecedentes, si no el primero, de una estructura administrativa oficial autónoma en tiempos de la colonia. Fue creado por el virrey Vértiz en 1798. Una de las funciones del Protomedicato era la instalación de una escuela de medicina, la misma también estuvo a cargo del Doctor Gorman y el catedrático en cirugía José Capdevilla. Este último debió declinar su cargo al poco tiempo de asumido a causa de su deteriorado estado de salud.

Además, los protomédicos inspeccionaban los hospitales y todas las casas particulares que atendían heridos, a fin de inquirir de los mismos enfermos respecto de la regularidad de su asistencia, con el encargo de comunicar, en cualquier caso, todo lo necesario para la mejor atención de los enfermos y heridos.

El Protomedicato y la administración de los hospitales trascendieron el período colonial y la Revolución de Mayo, para servir finalmente de base a las estructuras sanitarias surgidas con la organización nacional. Este se había instituido en el Río de la Plata con total independencia del de Perú y aún del de la propia España, justificando Vértiz ese punto de vista, que luego se confirmó en la práctica, nada menos que con el argumento de que si a mil leguas desde Lima no se podía manejar la salud menos era posible controlarla desde España; iniciativa que, si se extendía a otros aspectos administrativos, configuraba por lo menos un orden autonomista.

Por lo tanto, hasta la creación del Protomedicato del Río de la Plata, los hospitales sostenidos por los Betlehemitas y por la Hermandad de la Santa Caridad de Nuestro Señor Jesucristo (Hospital de Mujeres) fueron la única expresión de una asistencia pública organizada.

La situación bélica ocurrida durante la independencia (1810-20) exigió la creación de nuevos hospitales llamados hospitales militares. Así fue que el convento de San Francisco se convirtió en hospital con las deficiencias de la improvisación, subsanadas por el espíritu de sacrificio de los padres betlemitas y los hermanos de San Juan. También Manuel Belgrano contó con un hospital ambulante con excelentes médicos y cirujanos para realizar su expedición. Terminada la guerra en 1820 y por orden del Gobernador Rivadavia pasó al cuidado del Hospital General de mujeres una sociedad de beneficencia. Mientras que en el Hospital General de hombres (Belén) se expulsaron a los padres betlemitas después de incautar sus bienes. El hospital es encomendado a una comisión llamada Protectora. El Tribunal de Protomedicato, que tanto había contribuido con el funcionamiento de los Hospitales, también cambió de nombre por el de Tribunal de Medicina