Parroquias

Los Morteros de San Pedro Telmo

La Iglesia Nuestra Señora de Belén, mas conocida por el nombre de la parroquia que alberga, comenzó a construirse a principios del 1700. Los escasos fondos y la expulsión de la Compañía de Jesús hizo que la misma demorara en terminarse. En el mes de mayo de 1812, el Triunvirato resolvió iniciar la fabricación de morteros. El historiador Juan Beverina describe en su libro El Virreinato de las Provincias del Río de la Plata. Su organización militar:

Habilitando al efecto las naves destechadas de la iglesia de la Residencia, que se hallaba situada en las calles Liniers y Núñez (actuales Defensa y Humberto 1º), y encargado de montar la fábrica y dirigir su funcionamiento al teniente coronel Angel Augusto de Monasterio e Ibáñez.

El 22 de julio de 1812 se fundió un mortero de bronce cónico, de calibre 12 1/2 pulgadas y el 24 se sacó del molde. Al teniente coronel Ángel Monasterio lo ayudó Simón Araoz. El primero aportó sus conocimientos teóricos y el segundo los prácticos.​ El siguiente mortero fue realizado el 15 de agosto de ese año. Se usaron como moldes unos morteros fundidos en Sevilla en 1724 y 1727. Las armas se bautizaron «Túpac Amaru» y «Mangoré». Como ayudantes también estaban los capitanes Esteban de Luca y José María Rojas.

Juan Manuel Beruti en su libro Memorias curiosas relata:

«También han quedado concluidos tres cañones, que se han fundido del calibre de a 24, en la fábrica que se estableció por cuenta del estado en este año; y dos morteros de alplaca [sic], todos de bronce, los cuales se han puesto a la vista del público en la Plaza Mayor, cuyos morteros el uno tiene por nombre El Tupac Amarú y el otro, el Mangoré.

La tercera pieza fundida allí llevaba el nombre de su creador: mortero Monasterio. Ya en 1814 en ese lugar también se fabricaban cañones livianos para el Ejército Auxiliar del Norte.

Ángel Monasterio fue reemplazado en 1815 por su discípulo, José Maria Rojas. Este siguió en la Iglesia de la Residencia construyendo cañones hasta 1821.

Adiós a las campanas

El metal para construir los morteros no era material corriente en la Buenos Aires colonial. Fue así que Monasterio pidió a los vecinos los utensilios de cocina que pudieran donar. Y como no le alcanzo con eso mando bajar las campanas del templo y las fundió. El pintor Francisco Fortuny recrea en este cuadro ese momento, verlo en la imagen de la portada.

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