Monasterio

Los monasterios de mujeres de Buenos Aires

Los monasterios de mujeres de Buenos Aires comienzan su historia en el siglo XVIII. En el país existían ya, de mucho antes.

En noviembre de 1715 el presbítero Dionisio de Torres Briceño dio el primer paso que culminaría en la fundación del Monasterio de Santa Catalina de Siena.  Él presentó en Madrid el primer memorial dirigido a Felipe V. Se compromete a fundar, acabar y perfeccionar un monasterio de monjas Trinitarias dándole suficiente renta de su propio caudal para la manutención, el culto y el capellán. Para ello solicita la licencia real y enumera una serie de razones. Entre las espirituales se invocan la honra y gloria de Dios.  Otras motivaciones responden a las necesidades de la ciudad:

«por no tener la misma monasterio alguno en muchas leguas y haber un gremio de mujeres virtuosas que por propia voluntad y voto simple de castidad, viven encerradas en una casa sin el glorioso merecimiento del voto solemne».

Una clara referencia a las primeras beatas de Buenos Aires.

El Monasterio de Santa Catalina de Siena, de monjas dominicas, pertenece al grupo de los conventos grandes o de calzadas. Se funda por un grupo de monjas provenientes de homónimo en la provincia de Córdoba.  Era para las mujeres nobles de la ciudad que:

tuvieren vocación, para educar en virtud a algunas huérfanas hasta que tomen estado y para refugio de las desvalidas.

Exigencia

Estos monasterios exigían el aporte de una dote para el ingreso. Ademas contaba con propiedades inmuebles donadas por el fundador, cuya renta percibía. Podía admitir hasta 40 monjas. Durante la etapa fundacional dispuso de una importante suma de dinero (40.000 pesos). Esto le permitió construir un edificio ad hoc, como los mejores de España. La aspiración expresada en la real cédula, de que se albergaran en él niñas educandas y mujeres que necesitaran protección, por expresa decisión de las monjas, nunca se concretó.

Dos Monasterios Dos realidades

monasterios del PILAR foto ANTIGUA

“deseosas de que la ciudad tenga un coro de vírgenes que continuamente bendigan y alaben a Dios Nuestro Señor e imploren su piedad y misericordia en las calamidades que suelen afligirla por no haber en ella monasterio de religiosas y puedan los vecinos tener también el alivio de que algunas de sus hijas, despreciando el mundo y sus vanidades, quieran elegir el estado religioso como esposas de Jesucristo”

La fundación del Monasterio de Nuestra Señora del Pilar, de monjas capuchinas tuvo su origen a partir de la muerte de Domingo de Acasuso. Su yerno y heredero,  Francisco Araujo, quedó a cargo de la iglesia de San Nicolás de Bari. En ese lugar Acasuso había hecho construir ocho cuartos para recogidas. Araujo, hace la cesión de la iglesia y los cuartos aledaños en respuesta al pedido del arcediano de la catedral:

Ademas no sólo los vecinos de Buenos Aires aspiraban a la fundación de un convento de monjas capuchinas. La abadesa del monasterio de las capuchinas de Madrid escribió al Rey. En la misiva invocó su voluntad y la de las capuchinas de Santiago de Chile de propagar su santo instituto.

El Monasterio de Nuestra Señora del Pilar pertenece a la categoría de los conventos recoletos o de monjas descalzas. Se funda por un grupo de monjas capuchinas provenientes de Santiago de Chile. Recibió donaciones de los vecinos para las mujeres pobres, hijas de padres nobles que no pudieran dotarlas. No pueden recibir dote alguna para el ingreso. Tampoco poseen rentas y bienes raíces. Las monjas deben mantenerse sólo de limosnas. El edificio primitivo se constituye a partir de la donación de una iglesia y unos cuartitos construidos con otros fines. Dicho de otro modo sin los espacios indispensables para la vida en la clausura.

Un comentario en «Los monasterios de mujeres de Buenos Aires»

  • Muy interesante lo escrito. Sería necesario listar los monasterios que brinden servicios de alojamiento a mujeres que llegan a estudiar a Buenos Aires. Hay algunos pero sólo reciben chicas entre 18 y 24 años. Hay gente más grande que decide estudiar una carrera (maestrandos, doctorandos, nuevas licenciaturas, etc), necesitan quedarse en Caba y no consiguen encontrar lugares «debido a la edad». Hay que abrir la cabeza y brindar servicio a mujeres que estudian y trabajan. Hay que actualizarse ya, si la Iglesia desea continuar cuidando y brindando servicios a las laicas!.

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