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Las Cofradías del Buenos Aires Colonial

Las cofradías con fines religiosos fueron corporaciones que sirvieron como instrumento y vehículo para la consolidación del cristianismo. Representaron un orden social vigente. Algunas de ellas se especializaron en el culto a la Virgen Madre de Dios.

Las cofradías han tenido un rol social polivalente dentro del cual es posible vislumbrar dos grandes vías: una material (la construcción de un patrimonio cofradial y su administración) y otra de un fuerte contenido espiritual (circulación de discursos y prácticas religiosas). También constituyeron espacios de sociabilidad, alianzas, definición de identidades grupales, apoyo material y solidaridad entre sus miembros.

En Buenos Aires está documentada su existencia desde 1602 con la cofradía del Rosario en Santo Domingo. En 1623 había catorce cofradías. Sin embargo no se sabe mucho de su funcionamiento a lo largo del siglo XVII.

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Nuestra Señora del Rosario

Lo que sí está claro es que operaban regularmente algunas tradicionales de las órdenes, como la del Rosario mencionada,  la de la Inmaculada Concepción (franciscanos). Entre 1671 y 1690 se fundaron las hermandades del Santo Cristo y de San Pedro, que representaban al gobernador y la Audiencia y al Cabildo eclesiástico respectivamente. A fines de la centuria se funda la de San Francisco.

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Antes de 1750 se fundan algunas nuevas, entre ellas la dominica y mercedaria. Hacia mediados de ese siglo aparecen en Buenos Aires una cantidad y variedad de cofradías importante. Ya en 1743 se habían fundado dos novedosas: la congregación de los plateros, (que retornaba el original carácter gremial) y la de Santa María del Socorro, de negros. Hacia 1770 se crearán dos nuevas cofradías de negros, y en las últimas décadas del siglo aparecerán varias, en algunos  casos ligadas a la expansión de nuevos barrios, a colectividades regionales españolas.

Las Cofradías, sus prácticas

Las prácticas regulares de los cófrades normalmente implican una misa solemne semanal (a veces mensual), una reunión de doctrina ejercitación, con rezo del Rosario y la Corona. Estas prácticas varían desde la simple oración hasta operaciones bastante complejas. En su libro «Crónica histórica de la venerable Orden Tercera de San Francisco en Buenos Aires» el historiador Enrique Udaondo las describe en detalle:

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Capilla San Roque

Los martes por la noche la capilla de San Roque era preparada para los ejercicios. Se colocaba un Cristo con dos velas una calavera con otras dos sobre una mesa, a la que se agregaban las insignias de la pasión. El conjunto se situaba debajo de otro Cristo que se hallaba en la pared. Los terceros oraban, luego el rector daba una plática, concluida la cual se desarrollaba una disciplina. Algún hermano sostenía la cruz,  otro la calavera diciendo gravemente mientras los cófrades desfilaban:

  • “Acordémosnos hermanos para nuestro desengaño en lo que hemos de parar”

A lo que otro hermano situado junto a otro Cristo agregaba:

  • “Este divino Señor te ha de juzgar”.

Se rezaban diversas oraciones: la corona, ofrecimientos, letanías una estación en cruz, luego de lo cual uno de los hermanos era señalado para oficiar de Difunto, en la escenificación que seguía. Luego se tendía un paño negro en el suelo, sobre el que el difunto se tendía amortajado con un crucifijo en el pecho, cruzando los brazos. Se colocaban cuatro velas en torno se rezaba un responso solemnemente. Concluido el canto se apagaban las luces y comenzaba una disciplina.

Algunas aclaraciones

La  descripción precedente deja en claro el grado de sofisticación de los ejercicios. Se trataba de proponer del modo más directo una experiencia capaz de actuar afectiva psicológicamente sobre el individuo. Es interesante el grado de eficiencia técnica presupuesto en la práctica. Sin duda debía considerarse como una verdadera ejercitación mortuoria actuante sobre la  conciencia. El uso de las imágenes tendía a reforzar este carácter fenoménico de la ejercitación. Las mismas eran puestas en brazos de los cofrades, eran preparadas, aderezadas vestidas para las funciones las celebraciones, tendiendo a generar un vínculo fáctico y no sólo ideal.

cofradias
San Baltazar

El complemento de este tipo de ejercitación dirigida a la salvación eran las misas destinadas a difuntos. Estas se cumplían regularmente al morir un cofrade, según la cantidad estipulada de antemano en las constituciones. Era común que las misas semanales estuvieran dedicadas a las almas de los hermanos difuntos. Se consideraban un aporte concreto a la salvación. Su realización era tan importante que de ello dependía en parte la suerte de una hermandad. La cofradía de los Dolores de la Catedral, por ejemplo, decidió incorporar servicio de enterramiento para evitar “una total extinción”

Por otro lado parece pensarse en un efecto mecánico de las misas y demás funciones sobre los fines perseguidos. Así, cuando los negros de la cofradía de San Baltasar (en la Piedad) se quejaron por que el cura Zamudio oficiaba las misas  los días lunes, en que los hermanos no podían asistir, este desechó la queja aduciendo que “si estas [las misas] se hacen consultando el bien, no de los hermanos vivos sino difuntos, excusada parece dicha asistencia”

En síntesis, las prácticas propuestas por las cofradías estaban en alto grado dirigidas a obtener un efecto directo. Tanto sobre la conciencia de los cófrades, como sobre las instancias sobrenaturales de decisión.

2 comentarios en «Las Cofradías del Buenos Aires Colonial»

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