Parroquia Jesús de la Buena Esperanza

La preparación espiritual de la parroquia Jesús de la Buena Esperanza comenzó en 1931 por medio de misiones bajo carpa. Se traía la imagen de Jesús dé la Buena Esperanza desde la parroquia de San Antonio. Los seminaristas fueron los primeros catequistas esa zona de Villa Devoto.

El templo es el único dedicado al Señor de la Buena Esperanza en la ciudad. Lo bendijo Monseñor Copello el 25 de julio de 1932. La obra material se realizó en plena crisis económica. Su impulso se le debe al Padre Virgilio Filippo, a la sazón párroco de San Antonio de Padua. La casa parroquial se debe al esfuerzo del Padre Manuel Fernández. El templo fue ampliado y remodelado por el Padre Osvaldo Santagada.

Los trabajos de pintura artística y decoración religiosa los realizó Augusto Juan Fusilier.

Historia

Cuenta el historiador Norberto Malagutti en su libro «Creación de la Parroquia Jesús de la Buena Esperanza»:

“…allí se inflamó la idea de una iglesia en nuestra zona, pero recién en noviembre de 1931, se conformaría su proyecto y un centenar de vecinos bajo la organización de los Caballeros de Jesús de la Buena Esperanza, en terrenos donados por el Episcopado, se abocan a su construcción; y es así que antes de cumplirse un año, en 1932 se inauguraba nuestro templo”

Y en otro párrafo agrega:

La Parroquia citada se encuentra en lo que conocemos como Villa Devoto Norte. Un sector de características plebeyas, distintas al primer desarrollo del que denominamos el Devoto originario, por eso veremos que se dan unas notorias diferencias con el origen y magnitud con los establecimientos religiosos católicos del casco histórico.
Caracterizada por su sencillez y humildad la misma fue levantada con los aportes de los fieles y su trabajo voluntario convirtiéndose su inauguración en un importante acontecimiento que contara con el apoyo de las autoridades de la Iglesia, la participación masiva de las entidades religiosas del Devoto primigenio y una significativa movilización de sus vecinos.

Jesús de la Buena Esperanza

Jesús de la Buena Esperanza

La historia del Señor de la Buena Esperanza se remonta a 1652. Un día en Quito, Ecuador,  atravesaba las calles una mula sola, cargada con enorme bulto. Llegó a las escaleras del convento de San Agustín y se echó en el suelo. La gente que andaba por ahí quiso levantarla pero no pudo. Abrieron el cajón, cuyo peso parecía abrumarla, y encontraron la estatua de Jesús de la Buena Esperanza. La quisieron llevar dentro de la iglesia. Tarea que resulto imposible pues aumentaba el peso de la estatua en proporción al número de los que intentaban cargarla. Alguien propuso entonces llevarla no al templo sino al convento, y el acto se ejecutó con suma facilidad.

La reunión de tan prodigiosas circunstancias no podía dejar de conmover hondamente al católico pueblo de Quito, e innumerables personas acudieron a arrodillarse ante la sagrada imagen. Los milagros y los favores obtenidos por intermedio del Señor de la Buena Esperanza, respondieron desde el primer día, a la devota fe del pueblo y se multiplicaron hasta el punto de convertir al convento San Agustín en el más célebre, frecuentado y rico santuario del Ecuador.